sábado, 12 de noviembre de 2011

con-tradiciones



        Mi trabajo en el colegio ha evolucionado mucho en cuatro cursos .  Cuando llegue había dos mundos paralelos: el de las monitoras y el el de las maestras.

      Las monitoras pasábamos gran parte de nuestro tiempo en el cambiador haciendo cola para cambiar pañales a los niños o ponerlos en los  tazas. Todos estábamos juntos y revueltos niños (de distintas edades y capacidades) y monitoras . Los servicios individuales apenas se utilizaban y se primaba la rapidez sobre la atención personalizada, el derecho a la intimidad o la comunicación con el niño. Mientras esperábamos turno y atendíamos a los niños hablábamos muy frecuentemente entre nosotras de temas personales o profesionales.

      En medio de este gran lío había quien trataba a los niños con cariño, dulzura y delicadeza, quien aprovechaba la ocasión para establecer vínculos afectivos y comunicación. Era un primer paso y de ellas aprendí cual debía ser el camino.

     Mientras tanto las maestras trabajaban entre ellas y solicitaban que algunas de nosotras hiciéramos los apoyos en las aulas. No siempre era posible por la organización del centro. Nuestros trabajos se pisaban. Teníamos que interrumpir las sesiones de trabajo ya iniciadas y las maestras querían que hiciéramos nuestro trabajo rápidamente para que los niños volvieran a "trabajar".

     Poco a poco fuimos descubriendo la estimulación basal , hicimos el curso, participamos en un grupo de trabajo y organizamos algo mejor los tiempos, evitando llevar a varios niños a la vez, dándoles el tiempo necesario, anticipando la actividad respetando los ritmos, aprovechando los momentos del cambio de pañal para seguir trabajando somática, intentando seguir los criterios de acercamiento descritos por la estimulación basal a la hora de asear a un alumno...y sobre todo incorporando las tareas de autonomía dentro del currículum....o al menos lo intentamos. Todavía escuchamos "date prisa que tenemos que hacer somática" y todavía irrumpimos en el aula cuando volvemos del cambiador chillando o haciendo ruido en medio de una relajación.

     Los viejos hábitos no están desterrados del todo. La TRADICION pesa tanto que nos lleva a la contradicción de seguir viendo los cambios y la comida (esta última algo menos) como algo fuera del proceso educativo y a los niños en esta situación como objetos de atención y no como sujeto de aprendizaje.

     Las  profesionales que trabajamos de monitoras venimos de diferentes perfiles profesionales: unas somos educadoras a las que se nos exige una titulación de maestras, otras  vienen de ciclos formativos de grado superior en integración social o educación de disminuidos como se llamaba antes, pero todas tenemos una carencia de formación común. Nos han ensañado, psicología, pedagogía, hacemos unas programaciones estupendas...pero a ninguna nos enseñaron a dar de comer, a cambiar pañales o a asear a un niño de una manera adecuada. Todas nos hemos tenido que apañar como hemos podido superando angustias y aprendiendo a topetazos con la realidad.

     Es imprescindible que en la formación de los profesionales que van a trabajar de monitores en centros específicos o de integración haya lugar para este tipo de prácticas. Que alguien les enseñe dónde hay que coger a un niño en silla de ruedas para subirlo a una camilla, como hay que voltearlo para limpiarlo, que alguien les explique que no hay que tocar directamente los genitales de un alumno  cuando se le asea sino que el acercamiento hay que hacerlo de fuera hacia dentro, necesitan también saber que hay que anticipar cada acción que no hay que perder el contacto con el cuerpo del alumno mientras se le lava, que hay que adecuar la temperatura a las características del alumno, también tendrán que conocer unas normas mínimas de prevención de riesgos laborales a la hora de trabajar con ellos....tantas cosas que a  nosotras no nos enseñó nadie.

     Por eso propongo que a la hora de tutorizar las prácticas de las futuras monitoras se tenga en cuenta estos aspectos y que elaboremos un programa que recoja estas actividades y la manera adecuada de hacerlas desde el enfoque basal. De este modo les evitaremos angustias y que tengan que tirar de tradición-contradicción a la hora de enfrentarse a su primer cambio de pañal o a su primera comida con un alumno


Carmen Benavente. Educadora